Una de las características más
significativas del sector urbano de los Barrios Altos fueron y aún son sus
callejones. No puede concebirse una historia de los Barrios Altos sin sus
callejones, sin sus construcciones coloniales multifamiliares, verdaderos
«pueblos» que albergaron a principios del siglo XX hasta doscientas familias,
con sus caños y duchas, patios interiores, capillas con sus santos, e incluso,
tiendas de abarrotes en su interior. Toda esta arquitectura urbana adquiere un
cariño e identificación en la mentalidad y práctica de sus moradores, que
incluso tienen nombres propios, adquieren una personalidad e identidad que las
hacen diferentes a sus congéneres: San José, el Ponce, la Espada, el
desaparecido callejón del Fondo, el Buque en camino de desaparecer, el callejón
del Alma y muchos otros. Algunos callejones toman el nombre de un santo como
San José y otros por su pequeñez y el número reducido de sus habitaciones,
carecen de nombre y solo se les conoce por la presencia de una antigua familia.
Los callejones barrioaltinos estuvieron y están formados por 15, 40, 100 o 150
habitaciones. Generalmente constan de dos o tres cuartos; en el siglo XVIII,
XIX y buena parte del siglo XX carecían de servicios higiénicos al interior de
las habitaciones. Otra de las características de la mayoría de callejones es
que, por muy modestos o pocas familiasque albergue, rinden culto a un santo o
santa a quien le construyen un altar o capilla. Una comisión se responsabiliza
del cuidado de la imagen y de la celebración de una misa en su aniversario con
su obligada procesión; finaliza en una fiesta con bebidas y comida donde
participa eufóricamente todo el vecindario y los invitados. El santo o la santa
que se venera en el callejón se convierte, en la práctica, en un poderoso
motivo de reunión del vecindario, incluso convoca a familias que ya no viven en
el callejón, pero que tienen el pretexto de regresar al barrio para encontrarse
«con viejos amigos», «antiguas amistades» y rememorar tiempos mejores.
Asimismo, los callejones de los Barrios Altos se convierten en semilleros de
equipos de fútbol, conjuntos criollos, boxeadores, atletas, artesanos,
profesionales, militares y otras actividades ocupacionales. Algunos callejones
son tan poblados, como el de San José ubicado en el número 879 del jirón
Huánuco, que pueden ser considerados como «cuasi pueblos». Esta concentración
en los callejones de Lima y por extensión en los Barrios Altos, se reflejó a
principios del siglo XX cuando el 60% vivió en estas construcciones
multifamiliares (A. Panfichi, 1998: 36). Resulta reconfortante que en los
últimos años algunas publicaciones sobre la historia urbana de Lima de
principios del siglo XX incluyan a los callejones como un componente de su
trama social y arquitectónica. Ello nos sirve de referente para nuestra
investigación entre 1820 y 1880, como el informe hecho en 1906 sobre el
«callejón de la Confianza que tenía casi la mitad de sus habitaciones a cuatro
metros bajo el nivel de la calle» (G. Ramón: 181). Esta descripción es
correcta, ya que la hemos recogido de una transmisión oral y aún hasta mediados
del siglo XX, el «callejón de la Confianza» conservaba estas características.
Se ubicaba en la esquina de los jirones Huanta con Puno. En la actualidad,
2004, aún hay callejones en esta zona de los Barrios Altos, uno de éstos era
empedrado y tenía una entrada por el jirón Puno y otra por una calle paralela a
ésta, donde estuvo ubicada la gráfica Fabri a mediados del siglo XX. ¿Había
sido ya construido el «callejón de la Confianza» a mediados del siglo XIX? No
lo sabemos aún con precisión documental, pero sí existen informes del Municipio
de Lima acerca del impresionante crecimiento de la construcción de callejones
en este período: «En las dos décadas siguientes, el número de callejones
limeños prácticamente se duplicó (de 247 a 466), llegando a 471 en 1859»
(ídem:138). Casi medio centenar de callejones había en Lima a mediados del
siglo XIX. ¿En esta cifra estuvieron incluidos los de Abajo el Puente (Rímac)?
¿Cuántos de estos 471 callejones estuvieron ubicados en los Barrios Altos?
¿Acaso ya estuvo construido el «callejón de la Confianza» en 1859? La
información del municipio limeño no da respuesta a estas interrogantes, pues
solo es cuantitativa. Para obtener una información más detallada y puntual de
los callejones de Lima en el siglo XIX, hay que recurrir a otro tipo de fuentes
documentales, como los testamentos, que nos permitirá conocer a los
propietarios, la ubicación aproximada de la propiedad e incluso el nombre de
los callejones. Así tenemos en 1835, el testamento del sacerdote don José
Merino, natural de Trujillo y residente por estos años en Lima, INVESTIGACIONES
SOCIALES 145 donde declaraba que dejaba entre sus bienes, dos callejones
conocidos como «Gigante» y «los Perros», ubicados cerca al monasterio de la
Encarnación y que se encontraban hipotecados por seis mil pesos en la señora
Carmen Pino Manrique. Por el monto hipotecado, se puede suponer que estas
construcciones multifamiliares tuvieron un respetable valor, por lo que se
convirtió en un sector atractivo para la colocación de capitales (inversión),
de connotadas familias como es el caso de los Pino Manrique. También el
testamento del sacerdote don José Merino demuestra que era propietario de
cuatro casas y dos callejones en la ciudad de Trujillo, además de una
capellanía de diez mil pesos situada en la hacienda Montalbán, ubicada en
Cañete y cuyo dueño por ese entonces fue don Bernardo O`Higgins, prócer de la
independencia de Chile con quien se encontraba litigando. 6 Don José Merino
ordenó que todos sus bienes se vendieran. ¿A qué familia pasó la propiedad de los
callejones «Gigante» y «Los Perros»? ¿Cuáles fueron sus precios? ¿Qué familias
vivieron en estos callejones? ¿A qué se dedicaban? Esta es otra historia
difícil de reconstruir, lo cierto es que ya no existe el monasterio de la
Encarnación ni tampoco sus vecinos, los callejones «Gigante» y «Los Perros», la
modernidad se los llevó. ¿Y dónde estuvieron ubicados? No lo sabemos con
certeza, pero si tomamos como referencia que el monasterio de la Encarnación
estuvo ubicado en la esquina de la calle Pando con la calle Cueva, a solo media
cuadra donde después se construiría la plaza San Martín, tenemos que convenir
que estos callejones estuvieron ubicados en el mismo centro de Lima a
principios del siglo XX, tiempo en que aún existía el monasterio de la Encarnación
y creemos que también los callejones «Gigante» y «Los Perros». En la medida que
la modernidad, en sus múltiples variables, iba llegando al Perú desde mediados
del siglo XIX a principios del siglo XX, la información sobre el patrimonio
inmobiliario de Lima se fue haciendo más clara y precisa. En 1908, una comisión
del Ministerio de Fomento describía el callejón Montañón ubicado en el Jr. Ica
Nº 175 así: «Callejón ancho, hasta de cuatro metros de pavimentación [...]
Cuartos de 100 metros (sic) con puerta de entrada baja, de una hoja, que tienen
encima una ventana 6 AGN. Manuel Suárez año 1834-35, fs. 5v. Callejón del
Buque. Esquina de la calle Suspiros. 146 INVESTIGACIONES SOCIALES pequeña y
otra puerta que comunica con el corral que es pequeño, abierto [...] Techos de
madera, [...] Muchos animales en los cuartos [...] Un caño de agua y un
botadero para 135 personas [...] Precio del alquiler 6 soles [...]» ( Fanni
Muñoz: 54). La descripción de las características del callejón es acertada,
pero donde sí hay una equivocación es en la dimensión de los cuartos, pues es
imposible que puedan medir 100 metros, sino la «tugurización de los callejones
limeños» sería una farsa. Los cuartos de los callejones que hemos visitado
tienen un área que va de los 8 a 15 m2 , excepcionalmente 20; de modo que la
habitación como unidad familiar, si tiene dos cuartos, tendrá de 16 a 30 metros
cuadrados, por ello, en muchas de estas habitaciones, se construyen «altillos
de madera», en su interior o en sus techos, para poder albergar a la numerosa
familia que va en aumento. En 1903, en un informe oficial, se contabilizó 642
callejones en Lima (F. Muñoz: 56, cita 47) que comparado con los 471 de 1859 (
G. Ramón: 138), registra un aumento de 171 callejones, es decir, 23% de
crecimiento en 45 años, no obstante que en este período Lima incrementó su
población aproximadamente en 100%. ¿Dónde se construyen estos nuevos callejones
limeños?, ¿cuántos de éstos se construyen en los Barrios Altos? Difícil dar
respuesta a estas y otras interrogantes, pero sí es un hecho que el aumento
poblacional de Lima, sin ser explosivo a principios del siglo XX, no fue de la
mano con la construcción del número suficiente de viviendas multifamiliares
ventiladas e higiénicas para los sectores marginados de la sociedad peruana.
Por estos años se hacía sentir «el alza de los alquileres», «la tugurización y
la generalización de enfermedades en los callejones», deviniendo en el
«problema de la vivienda», que hizo que en 1921 un cronista lamentara el
abandono de la construcción del barrio obrero de Malambo, iniciado por don
Guillermo Billinghurst, mientras que en Chile, Argentina, Brasil, Uruguay,
Panamá y Cuba se habían construido millares de habitaciones para los obreros. Y
concluía así: «Ojalá, en vista de la crisis de habitaciones que hoy nos agobia
y que tiene que agravarse más cada día, ya sea por el estado o por iniciativa
particular, se inicie lo más pronto la construcción de casas obreras, única
forma en la cual podremos encontrar la solución del arduo problema de las
habitaciones para el pueblo» .
Recopilado de: http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtualdata/publicaciones/inv_sociales/n13_2004/a08.pdf el día 12 de junio del 2015.